Estas memorias o recuerdos son intermitentes y a ratos olvidadizos porque así precisamente es la vida. La intermitencia del sueño nos permite sostener los días de trabajo. Muchos de mis recuerdos se han desdibujado al evocarlos, han devenido en polvo como un cristal irremediablemente herido. Las memorias del memorialista no son las memorias del poeta. Aquél vivió tal vez menos, pero fotografió mucho más y nos recrea con la pulcritud de los detalles. Éste nos entrega una galería de fantasmas sacudidos por el fuego y la sombra de su época.
Tal vez no viví en mí mismo; tal vez viví la vida de los otros. De cuanto he dejado escrito en estas páginas se desprenderán siempre —como en las arboledas de otoño y como en el tiempo de las viñas— las hojas amarillas que van a morir y las uvas que revivirán en el vino sagrado.
Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta.
Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Memorias.
Buenos Aires: Losada, 1986:7
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