viernes, 19 de abril de 2019

El aprendiz de brujo



¡Aquel viejo brujo ha desaparecido
y por una vez fuera se ha ido!
Los espíritus claman por él, ahora desterrado,
pronto mis órdenes habrán obedecido.
Conozco cada paso y dicho
que él ha usado,
y con duendes obedientes
mis artes mostraré.

Corre, corre hacia delante
estírate mucho
no escatimes nada
agua apresurada,
fluye sin parar descendiendo totalmente
hacia la pileta en efusiva corriente.

¡Ven, viejo palo de escoba, eres requerido,
toma estos trapos y envuélvete en ellos!
Presta atención a mis órdenes,
pues ahora voy a revelarte mis deseos.
Ten dos piernas y párate,
y una cabeza tendrás.
Corre, y en tu mano
un balde también colgarás.

Corre, corre hacia delante
estírate mucho
no escatimes nada
agua apresurada,
fluye sin parar descendiendo totalmente
hacia la pileta en efusiva corriente.

Mírenla, corre hacia la orilla
vaya, ya está en el raudal,
cazando como rayo,
agua pura presto y sin desmayo.
¡Se apura una vez más!
¡Cómo se desparrama el agua,
cómo se rebosa la pileta desbordada!

¡Detente, escúchame!
¡Amplia medida de tu tesoro
hemos conseguido!
¡Ah! Ya veo, dios me libre, dios me libre.
¡La palabra del maestro
yo he olvidado!

¡Ah, la palabra con la que el maestro
transforma la escoba otra vez en escoba!
¡Ah, ella corre y trae rauda!
¡Vuelve a ser un palo!
Siempre frescos los torrentes
que ella ha alimentado,
ah, se derrama sobre mi cabeza
un centenar de corrientes.

No, no puedo ser condescendiente
por más tiempo,
¡Le voy a echar el guante!
¡Es malévola!
Crecen mis recelos.
¡Qué semblante, qué ojos aterradores!

Descendiente del infierno, tú no eres mortal.
¿Se hundirá la casa entera?
Encima del umbral encima del portal
raudales rugen y se precipitan.
Escoba maldita y perversa,
quién tuviera tu determinación,
como el palo que has sido
quédate quieta otra vez.

Escoba, ¿nunca podré apaciguarte?
Voy a echarte el guante,
sujetarte y golpearte,
y tu anciana madera
voy a serruchar,
con un hacha afilada
te voy a quebrar.

¡Ella vuelve, arrastrando más agua!
¡Ahora me arrojaré sobre ti!
Pronto cimbrearás, duende.
¡Cae! El hacha afilada te ha deshecho.
¡Qué buen golpe, en verdad!
Se fracturó, veo.
Nuevamente surge mi esperanza
y se libera mi aliento.

¡Ay de mí, he caído en desgracia!
Se escapan ambas mitades
de prisa,
crecen como torres
a mi lado.
¡Ayúdenme, ayuda, eternos poderes!

Fuera de cauce, mojado y más mojado
yacen la sala y los escalones empapados.
¡Inundación que no puedo encadenar!
¡Señor y maestro, óyeme llorar!
Ah, él llega agitado.
Señor, severa es mi necesidad.
Los espíritus que he citado
mis órdenes han ignorado.

“¡A la esquina solitaria,
escoba!
¡Escucha tu condena!
Cual espíritu sólo tu maestro puede llamarte
cuando él quiera,
entonces, ‘es tiempo de escucharlo”.


Poema sinfónico del compositor francés Paul Dukas.
Basado en la balada homónima de Johann Wolfgang von Goethe.

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